El frenillo lingual (anquiloglosia)

El frenillo lingual

¿Qué es el frenillo sublingual?

El frenillo sublingual se define como una membrana mucosa situada bajo la lengua. Si dificulta o impide el movimiento normal de ésta, se dice que hay anquiloglosia o frenillo sublingual corto.

El frenillo sublingual se halla en la cara posterior de la lengua. Forma parte la mucosa oral y se halla poco vascularizado e inervado, por lo que si es necesario cortarlo ofrece poca resistencia, apenas sangra y no duele.

El frenillo puede ser flexible o inflexible, de tejido blando o fibroso, largo o corto, lo que influirá en el grado de restricción de los movimientos linguales. Asimismo, el punto de inserción del frenillo en la lengua puede variar considerablemente (posterior o anterior).

 ¿Por qué parece de pronto que hay tantos niños con frenillo corto?

Antiguamente se diagnosticaba y remediaba la anquiloglosia nada más nacer el niño, y durante siglos las comadronas se han encargado de cortar los frenillos, pero a mediados del siglo XX la lactancia materna perdió popularidad y la frenotomía de rutina dejó de ser habitual, pues cuando había dificultades la solución era suspender la lactancia materna e iniciar la administración de leche artificial.

Ya en el siglo XXI, la conciencia de la superioridad de la lactancia materna y el aumento del interés por todo lo relacionado con ésta han vuelto a poner de actualidad los problemas derivados de un frenillo sublingual corto y la búsqueda de soluciones a los mismos.

¿Tan importante es?

La movilidad de la lengua es de vital importancia para la buena marcha de la lactancia, y para que ésta resulte placentera para la madre y efectiva para el niño.

Puede ocurrir que el bebé tenga frenillo corto pero que esta circunstancia no le cause problemas a él ni a su madre, gracias a la capacidad de adaptación del pecho materno y a la propia fisiología de la glándula mamaria. Si un niño crece y aumenta de peso correctamente, y su madre tampoco siente dolor al amamantar, no es necesario realizar intervención alguna, salvo que se quieran prevenir otros posibles problemas futuros (recordemos que la lengua no sólo es importante para mamar, sino que influye de manera decisiva en el desarrollo de toda la cavidad oral, por lo que repercute en la dentición, el habla, la respiración y puede incluso determinar la propensión a sufrir problemas como otitis, sinusitis, etc).

Los bebés deben realizar una compleja coreografía con la lengua para:

Obtener una buena y efectiva transferencia de leche y no dañar el pezón.

Hay cuatro movimientos principales que la lengua del niño debe realizar:

Extensión: acción de sacar la lengua hasta cubrir la encía inferior con la lengua  y mantenerla en esta postura mientras dura la toma.

Elevación: acción de alzar la lengua hacia el paladar para comprimir la areola y poder así «ordeñar» el pecho.

Latarelización: la habilidad de mover la lengua a ambos lados de la boca.

Peristaltismo: movimiento ondulante de la lengua que permite llevar la leche hacia la faringe para ser deglutida.

La anquiloglosia puede impedir o restringir estos movimientos, dificultando o imposibilitando un buen agarre del niño al pecho, lo que a su vez puede hacer que la transferencia de leche sea insuficiente. El niño con anquiloglosia realiza movimientos compensatorios de succión para evitar que el pezón se le escape de la boca (uno de los más habituales es comprimir el pezón con la encía inferior), que a su vez provocan traumatismos de grado variable en la mama.

¿Qué problemas puede ocasionar el frenillo corto?

En la mayoría de los casos, la anquiloglosia perjudica tanto a la madre como al bebé.

Para la madre, el mayor inconveniente de dar de mamar a un niño con frenillo corto es el dolor: se producen grietas por la fricción y por la excesiva presión intraoral negativa a la que se ve sometido el pezón, infecciones bacterianas causadas por un mal drenaje de los conductos y favorecidas por la presencia de las grietas, isquemias por la compresión del pezón contra el paladar. Todo ello hace que la experiencia de dar el pecho resulte dolorosa y desagradable.

No todas las glándulas mamarias reaccionan del mismo modo ante una succión ineficaz. Hay  casos en los que la madre sufre falta de leche (hipogalactia) y hasta que se corta el frenillo o se estimula la producción (con el uso de un extractor, por ejemplo), la cantidad de leche producida es insuficiente. Por el contrario, hay madres cuyas glándulas mamarias parecen querer compensar el problema disparando la producción, lo que hace que padezcan ingurgitaciones constantes y subidas de leche entre tomas.

Además, las tomas pueden ser interminables, ya que los bebés con anquiloglosia no sueltan el pecho por sí mismos y suelen mostrarse llorosos e irritables. La madre se siente cansada y frustrada, lo que puede conducir al abandono precoz de la lactancia, incluso por parte de madres muy motivadas.  

En otras ocasiones, la succión no es dolorosa pero si inefectiva. Para la madre esto resulta desconcertante, ya que el niño mama aparentemente bien pero se muestra muy demandante y no gana suficiente peso.  Estas madres pueden llegar a pensar que su leche no es buena o que no son capaces de producir suficiente cantidad, cuando en realidad el problema es otro.

Para los bebés, las consecuencias de un frenillo corto pueden variar mucho, y aunque a corto plazo pueden afectar negativamente a la lactancia, a medio y largo plazo causan también otros trastornos.

Hay niños con anquiloglosia que no aumentan de peso debido a la succión ineficaz, que se traduce en una escasa producción de leche. Otros aumentan con normalidad o de manera espectacular.

La glándula mamaria actúa a menudo de forma compensatoria. Ante un bebé que mama de forma ineficaz o caótica, puede reaccionar fabricando mucha leche y dando lugar a una producción excesiva (hipergalactia). Cuando esto ocurre, los bebés toman mucha leche de inicio, más rica en lactosa, lo que la hace difícil de digerir y puede dar lugar a deposiciones verdes, malolientes y explosivas, muy diferentes de las deposiciones típicas del lactante amamantado, que son de color mostaza y con un olor dulzón que recuerda al del yogur.

Este exceso de lactosa también los hace más propensos a sufrir regurgitación, puesto que deben tomar más volumen de leche para obtener las mismas calorías que recibirían si mamaran de forma eficaz, y molestias  intestinales (gases, cólicos).

Al nacer, todos los bebés tienen el paladar alto y cerrado, pero a medida que la lengua se mueve eficazmente en la cavidad oral, éste se va abriendo y descendiendo. Si la lengua no tiene capacidad de elevación debido a un frenillo corto, este cambio no se produce, lo que afecta a toda la estructura maxilofacial.

Al quedar el paladar más elevado, las coanas (aberturas posteriores de las fosas nasales) ven reducido su diámetro, lo que hace que los bebés con frenillo corto respiren más por la boca que por la nariz, duerman con la boca abierta y ronquen durante el sueño. Los problemas respiratorios se deben a la entrada de aire a los pulmones directamente por la boca. Ese aire no es filtrado por las fosas nasales, lo que facilita la entrada de partículas dañinas. Y es más frío, lo que les  predispone a sufrir bronquitis y neumonías. También son propensos a sufrir otitis, debido a un mal drenaje de  la trompa de Eustaquio. Asimismo, hay estudios que relacionan la anquiloglosia con una mayor incidencia de las apneas del sueño.

La maloclusión dental es otro problema derivado de la anquiloglosia y se manifiesta cuando empiezan a salir los dientes. Éstos pueden nacer desplazados o encabalgarse, lo que unido a la deformación del paladar  puede requerir costosas intervenciones odontológicas.

Cuando los niños con anquiloglosia crecen, surgen problemas logopédicos (dislalias o trastornos de articulación fonética) en la pronunciación de las consonantes /r/, /rr/, /l/, /t/, /d/, /n/, /s/ y /z/.

Por último, la anquiloglosia es responsable asimismo de problemas de tipo social que no por leves dejan de afectar la calidad de vida de quien los sufre: las personas con frenillo corto no pueden hacer cosas tan sencillas como lamer un helado o besar con la lengua. 

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