Control de los Esfínteres en el Niño

Control de los Esfinteres en el Niño

El control de la evacuación intestinal no es un simple reflejo fisiológico; es un complicado patrón de conducta, influido profundamente por factores de madurez que son tanto de carácter neurológico como psicológico. Por razones difíciles de entender, la sociedad colocó un énfasis indebido sobre la necesidad de un temprano entrenamiento del hábito de aseo personal.

Eso se convierte a menudo en una creencia de que «la práctica hace la perfección». Exigimos a nuestros niños que sostengan nuestra carga cultural a una edad muy temprana; el niño tiene que hacer su «obligación».

A los padres hay que explicarles los hechos de crecimiento y madurez. La mayoría de ellos cree erróneamente que todos los niños pequeños deben estar entrenados en los hábitos de evacuación a nivel de los 2 años de edad y que cualquier falla al respecto es una forma ya sea de perversidad o bien de desobediencia, lo cual es incluso peor.

Etapas que se observan en el control normal de la evacuación intestinal

16 semanas: A esta edad, el reflejo gastrocólico se ha debilitado un poco y existe una demora entre la alimentación y la defecación. Una madre observadora puede notar esa demora y tomar la oportunidad para colocar al niño encima de la poceta. Un éxito le hará creer que su niño ya está entrenado.


 28 semanas: Los movimientos de evacuación intestinal se hacen más irregulares. Ellos pueden tener lugar sin relación con el momento de despertar o con la alimentación. Los lactantes suelen estar indiferentes al hecho de ensuciarse.

40 semanas: La capacidad de estar sentado suele estar bien desarrollada. El niño puede estar sentado sobre el asiento del «baño», mirando a su mamá y haciendo unos gruñidos de imitación.
Ocasionalmente pueden hacer una evacuación.


 52 semanas: Al adoptar la posición vertical, se está formando una madurez neurológica de orden superior. En esta época, el niño suele desinteresarse de estar sentado encima de la poceta haciendo muecas faciales.

15 meses: Si el niño ya aprendió a estar de pie y a caminar, es posible que realmente le guste ir al baño. Algunos niños pueden asumir por instinto una posición de cuclillas.

18 meses: Si el niño ha incorporado con plena comprensión palabras como «pupú» a su vocabulario en expansión, si puede relacionarlo con el control de la evacuación, y además camina sin dificultad, puede entonces estar listo para el «entrenamiento» en las cuestiones de su aseo personal. Aún le faltará al niño la comprensión del significado social de ese acto.

24 meses: A esa edad, la mayoría de los niños son «entrenables». Debe permitirsele al niño asumir su responsabilidad. El niño debería tener su propio asiento en el baño. Tal asiento debe permitirle al niño colocar sus pies directamente sobre el piso o sobre una barra para poder desarrollar la necesaria presión intra-abdominal. Es posible que el niño necesite ayuda para quitarse la ropa.

30 meses: A esa edad, es frecuente que los niños muestren extremos y exageraciones de conducta. Los movimientos intestinales pueden volverse menos regulares.

Sin embargo, leamos lo siguiente:

Recordemos que la vejiga urinaria es un órgano que sirve para almacenar la orina que llega desde los riñones. Durante el llenado, la vejiga permanece relajada. Para evitar que se escape la orina, la vejiga y uretra cuentan con unos esfínteres, pequeños músculos que se sitúan a la salida de la vejiga y alrededor de la uretra, los cuales permanecen contraídos (cerrados). Cuando la vejiga se llena de orina el niño siente grandes deseos de orinar. En ese momento, desde la vejiga se envían señales a través de vías nerviosas que alcanzan la médula espinal y el cerebro. Una vez conocida la información, desde el cerebro se envían órdenes a través de vías nerviosas para que el esfínter se relaje (se abra) al tiempo que la vejiga se contrae para vaciar totalmente el contenido de orina.


Esta coordinación de funciones entre la vejiga y los esfínteres se lleva a cabo mediante mecanismos neurológicos de gran complejidad, por lo que su control voluntario aparece tardíamente.
Algo similar ocurre para el control de las heces en el tubo digestivo (región recto-anal), existiendo unos esfínteres (interno y externo) en el canal anal que al permanecer contraídos (cerrados) evitan que se escapen las heces cuando éstas llegan al recto.
La secuencia de adquisición del control vesical e intestinal en la mayoría de los niños es como sigue: primero se produce el control de las heces durante la noche y después el
control de las heces durante el día.


Posteriormente, se produce el control de la orina durante el día y finalmente el control de la orina durante la noche.
Sin embargo, existe una variación interindividual e intercultural de este esquema. Para la adquisición del control diurno influyen poderosamente los factores educacionales, familiares, sociales, psicológicos y hereditarios.
Durante la lactancia la micción y la defecación se realizan de manera automática y refleja, es decir sin control voluntario.


Entre los 18 meses y los 3 años se produce la maduración de los centros nerviosos cerebrales, de manera que entre los 2 y los 4 años la mayoría de los niños pueden controlar adecuadamente ambos esfínteres (vesical y anal) y por tanto pueden comenzar a “avisar” su deseo, siendo capaces de retrasar el momento de la micción o defecación y de hacerlo en el momento y lugar deseado. Pero esta “habilidad» debe ser
aprendida por el niño.
La mejor manera de fomentar el control de esfínteres es a través del estímulo y la gratificación. A partir de los 18 meses se debe sentar al niño en un orinal o bacinica a la misma hora todos los días durante unos minutos.


Con el tiempo ocurrirá la defecación o la micción espontánea. Este momento debe ser festejado con cariño, aprobación e incluso con regalos para que el niño aprecie la alegría que este comportamiento suscita en sus padres. Poco a poco dicho evento se repetirá y se transformará en rutina.
La continencia urinaria nocturna es más difícil de conseguir y sólo se presenta en un 26 % de los niños a los 18 meses de vida. A los 3 años, el 75 % de los varones y el 80 % de las niñas permanecen secos durante la
noche. A los 6 años tan solo un 13 % de los niños mojan la cama (enuresis nocturna).
Cuando ocurre esto se debe consultar con el pediatra. Éste aconsejará e informará a los padres de la naturaleza del problema y descartará la existencia de otras patologías urológicas que cursan con incontinencia.


Cuando a un niño con más de 4 años se le escapan las heces sin que existan problemas en el recto o en el esfínter anal se denomina encopresis y ocurre entre el 1% y el 2% de los niños con 7 años. En la mayoría de los casos se produce secundariamente a un estreñimiento. La encopresis puede originar graves problemas sociales, familiares y psicológicos, y por tanto debe ser consultada asimismo con el pediatra o especialista.

Tomado de la Sociedad de Pediatría de Asturias, Cantabria y Castilla y León 2005

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